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martes, 21 de febrero de 2012

Somos el último eslabón de una larga cadena



Todos le debemos algo a alguien. Somos que el resultado de nuestras acciones y elecciones, pero estas son el final de una larga cadena humana, la punta de un iceberg que emerge de la superficie gracias  a toda la masa de hielo que flota bajo el agua.
Creo que la imagen más gráfica de este esfuerzo colectivo la tenemos en los famosos Castells, declarados Patrimonio Cultural Inmaterial por la UNESCO. Una sola persona llega a la cima, pero bajo sus pies, decenas de hombres se agrupan por capas, sosteniéndose unas a las otras, de modo que si uno solo falla, toda la torre se desmorona.
Es cierto que hay gente que tiene un talento especial para una actividad determinada: la pintura, la física, el deporte, la música, la literatura… Pero para poder desarrollarlo necesita a alguien que le enseñe como hacerlo; alguien que le enseñe a mezclar tinturas, o como debe ser el trazo del pincel, un profesor que le enseñe las fórmulas físicas y el funcionamiento del Universo, un entrenador que le diga qué técnicas y ejercicios son los más apropiados para desarrollar todo su potencial, un grupo de personas que le enseñe las normas de la armonía y el funcionamiento de los instrumentos, y un profesor que le enseñe las letras, sílabas y palabras, y cómo combinarlas entre sí. Sin todo este equipo humano, los grandes pintores, científicos, deportistas, músicos y literatos de la historia no hubiera logrado las hazañas que hoy conocemos. ¿Qué sería de Wolfgang sin Leopold, o de Carl Philipp Emanuel sin Johann Sebastian?


Esto me lleva a pensar lo injusta que es a veces la sociedad. Uno valora el mérito de una persona, un deportista, por ejemplo, alaba todos los logros que ha conseguido, y no piensa que si no hubiera habido gente como sus padres detrás animándolo, sacrificando su tiempo y su vida para que su talentoso hijo desarrollase sus capacidades, estaría ahora trabajando en la caja de un supermercado, desatascando urinarios públicos, o simplemente tirado en el sofá, tragando telebasura y comiendo fast food. Pero tal vez si no hubiese dedicado tanto tiempo al deporte, hoy sería un eminente científico con varias carrera y doctorados, que descubriese la cura para una enfermedad terminal y salvase millones de vidas. 
Y esto me lleva de nuevo al principio. Si, nuestra vida depende de nuestras decisiones, pero también de las decisiones que toman aquellos que nos rodean, y de las circunstancias en las que nos toca vivir. Porque si nos proponemos algo y hay una sola persona que nos apoye, lo conseguiremos.

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